domingo, 29 de abril de 2012

NACHO TOLEDANO SOBRE LA SEGUNDA SESIÓN DE NUESTRO CINE-CLUB ITINERANTE "CINE PARA LA LIBERACIÓN". ÁVILA ESTÁ MUY CERCA DE MORELOS.


Con un puñado de amigos –muy pocos y muy buenos- hemos vuelto a ver¡VIVA ZAPATA! el pasado viernes 27 de Abril. Organizado –en esta ocasión- por la Asociación Cultural y Deportiva Castilla La Vieja, nuestro Cine-Club Itinerante se pudo realizar cómodamente en Avila. Después de unos cafés en el salón del Parador –he perdido la cuenta de las veces que habré podido ver llover desde esos mismos sillones- nos dirigimos paseando –como tan sólo se pasea en nuestra Castilla- al Centro Municipal de la Calle de Las Eras. La reserva de este espacio municipal, para esta agradable proyección de cine de viernes por la tarde, cuesta diez euros. Uno no puede dejar de preguntarse -ante lo fácil que resulta organizar estos sencillísimos eventos- la razón por la cual España no está –literalmente- repleta de estos actitos de viernes tarde en los que se hable de la Revolución, de las posibles formas de hacerla y de las personas que –unidas por una relación de vecindad- están dispuestas a organizarse y a contactar entre sí para ello. Nos perdemos en las siempre inútiles manifestaciones ymarchas de nula rentabilidad social, y nos olvidamos de consolidar nuestros núcleos políticos mediante estas actuaciones de muy fácil preparación. Cosas que pasan. Cosas del falangismo sin ideas que llevamos sufriendo lustros, y cosas de una Revolución sin revolucionarios y de unos revolucionarios sin Revolución.

Porque de la Revolución toca hablar tratándose de ¡VIVA ZAPATA!Esa película magistralmente dirigida en 1.952 por Elia Kazan e interpretada –inquietante, majestuoso y torturado- por Marlon Brando. Guión de Steinbeck. No es la mejor película de Kazan, pero se nos presenta vigente -y muy próxima- en los aciagos tiempos que corren. El genial tándem Brando-Kazan puesto –esta vez- al servicio de los desposeidos del Estado de Morelos y, por extensión, al servicio de los pobres de todo México... y de todo el mundo.

Ese es el punto de partida de la historia. Unos campesinos que han sido despojados de sus tierras durante la infamante –y larguísima- Presidencia de Don Porfirio Díaz, y que se dirigen al imponente Palacio Presidencial –inevitable nostalgia de El Zócalo al atardecer y ese constante afán que tengo de regresar a él- para exponer a Don Porfirio sus legítimas pretensiones sobre la propiedad de sus tierras. La fuerza de esta escena es, en realidad, el núcleo central de la película. La contraposición entre un poder ilimitado y opaco en manos de unos pocos –que una y otra vez regirán los destinos de México desde ese mismo Despacho Presidencial- y la razón revolucionaria de unos campesinos que –humildes pero firmes en sus reivindicaciones- no dejarán de oponerse a esta situación de injusticia. Este es el verdadero eje conductor de la película. La tensión existente entre la tiranía –una sucesión de presidentes unidos por una forma común de gobernar- y la Revolución. En definitiva, entre los que se acaban rindiendo y los que no.

¡VIVA ZAPATA! es una historia, en el fondo, de rendiciones. Por la vida de Emiliano Zapata no dejan de pasar tentaciones de claudicación. Rendiciones políticas, o puramente personales, en las que van cayendo las personas que le rodean. Zapata es –en cierto modo y como se dice en la propia película- la conciencia del mundo entero. Zapata no se rinde. Carga sobre sus hombros con la miseria de sus compatriotas y se mantiene firme y honrado –en sus convicciones revolucionarias- en medio de un mar de violencia y de traición. Sigue luchando mientras los demás abandonan. Asistimos no sólo al nacimiento de un mito sino también –y en cierto modo- al nacimiento de una nueva nación. Un México de campesinos que, a través del ejemplo de unos pocos, han tomado conciencia de su propia fuerza frente a la injusticia.

Ese ha sido el legado de Zapata al México moderno. A ese nuevoMéxico Insurgente –excepcional libro de John Reed de lectura obligada al referirnos a este episodio turbulento- nacido de las luchas revolucionarias. El legado de un pueblo consciente de su propia falta de libertad y de sus también propias carencias sociales. Una toma de conciencia a la luz del ejemplo de unos pocos. Tierra y Libertad en aquel México que entraba en el Siglo XX al ritmo de corridos y a lomos del caballo de una guerra justa y solidaria. Un ambiente –y una idea- de perfecto reflejo en la película. Elia Kazan se inspira en las numerosas fotos que reflejaron ese peculiarísimo período de la Historia para la creación de sus ambientes, y esta genial ambientación nos sitúa –con la maestría de un genio- en el centro de esta lucha campesina.

El mensaje de Zapata es simple pero verdadero, y es extrapolable a cualquier situación revolucionaria. Nos ha llegado a través del tiempo, y de la perpetuación de las situaciones de injusticia. Sólo unos pocos inician siempre una lucha de liberación. Esta lucha es siempre justa si responde al verdadero interés de los más débiles. Los logros de la Revolución sólo pueden obtenerse y defenderse a través de una posición de fuerza. A esta lucha de liberación debe subordinarse todo interés particular y todo beneficio privado.

La historia de Emiliano Zapata es la historia de cualquier lucha –sin importarnos el tiempo o el espacio- por un mundo mejor. Por eso –a nosotros en el año 2.012- nos sigue tocando el corazón el ejemplo de este valiente guerrillero bendito hijo del pueblo, como dice uno de sus corridos más famosos. Es curioso como los patrones de conducta de los distintos Presidentes que aparecen –uno tras otro en sucesión monótona- en la película pueden ser asimilados –sin mayores problemas- a los modos de gobernar que sufrimos hoy día en nuestro desarrollado mundo occidental. El capitalismo y su sempiterna lógica. Una falsa apariencia de proximidad y de fácil acceso. Una falsa apariencia de comprensión de nuestros problemas y de búsqueda de soluciones. Y, en definitiva, una férrea defensa –sin barreras ni límites morales- de unas relaciones económicas y de unas situaciones sociales profundamente injustas. Falsas apariencias que podrían ser barridas -de nuevo- por un Ejército Libertador del Sur. Y es que uno de los problemas que plantea la película es ese. El de cómo convertir un reducido grupo de personas -la vanguardia de la Revolución- en un ejército de miles y miles de hombres capaz de organizar una ofensiva armada contra un Gobierno injusto. Zapata había teorizado muy poco acerca de la pobreza mexicana. Era consciente de la situación de miseria de su propio pueblo, y ofreció al mundo un ejemplo de praxis frente a estériles teorizaciones revolucionarias. Zapata hace. Zapata lucha: es consciente de su propia fuerza y sabe organizarla eficazmente.

En una película en la que se enlazan y entrecruzan distintas contradicciones y tensiones internas y externas. El heroísmo anónimo de los combatientes de una lucha popular frente al egoísmo y la sanguinaria incompetencia de los líderes políticos surgidos de esta misma lucha. La tentación de la paz y de la prosperidad personal –genial el oscarizado Anthony Quinn por su genial interpretación del General Eufemio Zapata- frente a la necesidad de luchar mientras persista el estado general de injusticia. El sostenimiento de las propias convicciones frente a las opiniones mayoritarias pero injustas –vemos a Zapata varias veces rodeado tan sólo por un puñado de leales en las montañas- y la pugna entre la vía reformista y la revolucionaria: una Revolución que es mantenida a través del ejemplo de los que luchan y una reforma que pronto se convierte –por razón de su propia debilidad- en juguete de un poder inmoral y violento. La fertilidad de una travesía en el desierto siempre que sepamos cómo seguir presionando -sin tregua- al adversario allá dónde se pueda...

Tal y como se refleja en la obra –de manera plásticamente perfecta- Zapata no ha muerto. No ha sido acribillado a traición en Chinameca en 1.919. Porque Zapata vivirá mientras nos rija un modelo político basado en relaciones económicas y políticas injustas.

Marlon Brando y Zapata. Elia Kazan y la Revolución Mexicana. Steinbeck y el Ejército del Sur. Una tarde de cine pasada entre viejos amigos y Avila -por esta vez- muy cerca de Morelos. Segunda sesión de nuestro Cine-Club Itinerante CINE PARA LA LIBERACIÓN.