
(En la foto, los Ponentes de esta edición: Carlos Roldán, Fernando Trujillo, el moderador Nacho Toledano, Fernando Martínez Dalmau y Jorge Galindo). El Sábado 16 de Junio de 2.012, y sobre el tema
"SER MILITANTE HOY. NUEVAS FORMAS DE MILITANCIA EN LA ESPAÑA DE 2.012", ha tenido lugar la
QUINTA MESA DE DEBATE DE "CUADERNOS PARA LA REVOLUCIÓN". Han sido
PONENTES en esta ocasión,
CARLOS ROLDÁN (abogado y filósofo del personalismo revolucionario),
FERNANDO TRUJILLO (profesor y falangista),
FERNANDO MARTÍNEZ DALMAU (empresario y falangista) y
JORGE GALINDO (especialista en Medio Ambiente y falangista). Como es habitual, actuó como
MODERADOR el abogado falangista
NACHO TOLEDANO. Como es usual, el moderador comenzó agradeciendo la asistencia a los Ponentes, haciendo una breve exposición de los asuntos a tratar en esta
QUINTA EDICIÓN de Cuadernos. Nos reunimos hoy en esta madrileña
Estación de Atocha. Reunirse en
Estaciones de Tren tiene un lejano sabor a
Resistencia de película de los cincuenta.
CARLOS ROLDÁN se ha distinguido, en los últimos tiempos, por presentar propuestas novedosas que intentan romper la inercia negativa en la que está sumido el nacionalsindicalismo.Ello le ha valido fuertes críticas desde algunos sectores pero también -o tal vez como consecuencia de ello- el interés de los más inquietos y activos. En los
Cuadernos de hoy, hemos intentado agrupar cuatro concepciones distintas de la militancia, si bien puede observarse que ya casi nadie -en los ámbistos más interesantes del falangismo- es partidario de una
militancia tradicional en las organizaciones falangistas. El problema está -realmente- en la falta de militantes, sea cual sea la concepción que se tenga de ello, así como nuestra absoluta ausencia de
peligrosidad, entendida como la posibilidad de entablar una confrontación con el Sistema con unas mínimas posibilidades de éxito.

(En la foto, Carlos Roldán durante su exposición). Tomó la palabra el ponente
CARLOS ROLDÁN. Afirmó rotundamente que es cierto que
no existen militantes. Como también es cierto que
no somos peligrosos. Excepto -bromeó- para nosotros mismos. El mayor problema del nacionalsindicalismo no es nuestra
desgracia histórica ni los distintos hitos temporales que han marcado negativamente nuestro desarrollo político. Para Roldán, el principal problema al que nos enfrentamos es el
tipo de militante al que parecemos estar abocados en el llamado
entorno azul. En este punto, es preciso comenzar recordando qué es lo que significa la palabra
militante. La
militancia es una opción caballeresca.
Militante es
MÍLITES. Le gustaría remontarse, en esta exposición, a
Ramón Llull. Llull decía que la militancia -el
mílites- consiste en
la opción que hacen los fuertes para defender a los débiles frente a los poderosos. Por descontado, este carácter de
fuerte no tiene connotaciones étnicas o raciales. Más bien, se trata del estado del que se da, del que permite al débil subsistir frente a los abusos de los poderosos. De esta forma, el débil se ve defendido frente a los abusos del poder. Por tanto, y en primer término, serían necesarios
militantes que sean fuertes. Personas que se enfrentan decididamente al poder, y no que estén exclusivamente preocupados en arrancar del mismo parcelas de legitimidad. Un
mundo azul que querría ser como
UPyD. Cuando expresó su concepción de la
militancia como opción caballeresca, se le dijo que -de ser así- no existirían ya
militantes. Entiende que la
militancia consiste en
fortaleza: en no abandonar la lucha en defensa de los débiles con honradez insobornable. Podríamos hablar de
militantes si contáramos con personas así. Además de este carácter indudable, nuestros
militantes deberían tener un exacto conocimiento de nuestra realidad: del entorno que debe ser transformado por medio de nuestra acción revolucionaria. No tenemos la menor idea de cómo está funcionando el mundo globalizado. Y aquí entramos en una interesante perspectiva. El
lado oscuro -los defensores del actual modelo político y económico- cuenta también con
militantes. Los capitalistas piensan más en el dinero que en su familia o en sus asuntos propios. La clase dirigente ha idealizado
el dinero y la manera de ganarlo. Es honroso perder salud, familia, ventajas... a costa de emplear todo tu tiempo en
ganar dinero. En torno a esta cuestión, se ha desarrollado una auténtica
martirología capitalista. Esta obtención de beneficio es la verdadera prioridad de todas sus actuaciones. Ellos trabajan haciendo planes futuros: planes anticipados que desarrollan su estrategia en los tiempos que toquen por llegar. En cambio, nuestros
militantes no dan más importancia a Revolución que a los asuntos privados. Ni priorizamos nuestra actuación política sobre todas las cosas ni manejamos la ley de la anticipación. Ello motiva que, en las circunstancias actuales, no se pueda plantear batalla. Se trataría, por esta razón, más que de encontrar
nuevas formas de militancia, simplemente de encontrar
militantes en el sentido apuntado. La situación actual, dentro del
mundo azul, es desoladora. Está caracterizado por un
pandillismo reunido en torno a un cierto
folklorismo. Caos y desorganización generalizada. Sería necesario terminar definitivamente con el
mundo azul en su situación actual. A su modo de ver, la
militancia que necesitamos podría ser definida por medio de
TRES CÍRCULOS, que pasa a detallar. El
PRIMER CÍRCULO supone romper la barrera que nos separa de nuestro pueblo, basando nuestro mensaje en un conjunto de ideas simples: patriotismo positivo y justicia social. El
SEGUNDO CÍRCULO supone pasar a una etapa posterior y más avanzada, basada en una explicación profunda de lo qué es realmente el nacionalsindicalismo. El
TERCER CÍRCULO supone entender y asumir nuestros símbolos y nuestros mitos fundacionales. Es la etapa del combate cultural dentro de una estrategia de comunicación desconflictuada. La
Teoría de los Tres Círculos fue utilizada en España por la Iglesia contra la Dictadura.

(En la imagen, un momento de la intervención de Fernando Martínez Dalmau). Tomó la palabra
FERNANDO MARTÍNEZ DALMAU. Dice que la brillante exposición e
Carlos Roldán supone, en síntesis, un rescate de los valores occidentales. Se muestra de acuerdo en lo que concierne a la eterna crisis de nuestra
militancia. Existen problemas internos en nuestras organizaciones, en parte derivadas de este carácter de
capillita o
club social en el que han desembocado las organizaciones falangistas. Se muestra pesimista: o invertimos este proceso o tendremos muy difícil continuar cualquier labor política. Una lucha que se lleva a cabo por individualidades más o menos notables, pero que no se ve respaldada por organizaciones efectivamente
militantes. Existe una
militancia clásica, cuyo concepto hunde sus raíces en la cultura judeocristiana tradicional. Una
militancia que, de una forma u otra, resulta escogida por el ciudadano como opción personal.
Martínez Dalmau se muestra convencido de la existencia de un tipo de lucha que -hundiendo sus raíces conceptuales en las vetas del pensamiento romántico alemán- nos viene ya impuesta sin elección posible. Una
militancia por la que no se opta de naturaleza claramente determinista.
Eres o no eres, pero hay un nulo margen de elección. El mundo es el que es, y nos vemos abocados a luchar contra el orden de valores imperante. Si se es
militante, no se puede ser otra cosa. Y ello determina nuestra forma de ver el mundo y, en consecuencia, nuestra forma de actuar en la vida política.

(En la foto, otra vista del debate). Le siguió en el uso de la palabra FERNANDO TRUJILLO. Comenzó rompiendo una lanza en favor de las organizaciones falangistas. Al menos de ciertos aspectos de ellas. Puntualiza que él ha conocido verdaderos militantes en su seno. Personas que le han servido de ejemplo personal y político, y cuya amistad se honra en conservar. El siempre llevará en su corazón su casa madre de La Falange-FE, aunque reconozca que tanto en este partido concreto, como en los demás, exista el problema que hoy estamos debatiendo. Hace dos años el trabajó en una Ponencia sobre militancia juvenil para el Centro de Estudios Nacional Sindicalistas (CENS). En ese momento, él seguía preconizando una cierta vuelta a las formas tradicionales del nacionalsindicalismo. Una conservación de las formas como elemento de cohesión entre los jóvenes, y como instrumento de formación de nuestros militantes. Sin embargo, ya no está tan convencido de ello. También se ha intentado esta vía tradicional, pero ni ha funcionado para encontrar nuevos militantes ni, tan siquiera, para la formación de los existentes. De todas formas, subrayó que toda estrategia funciona sobre el papel, y que los falangistas somos muy aficionados a todas estas planificaciones exhaustivas que luego -siempre- han fracasado. Se definió como un farsante en su etapa militante. Se dice militar en una gran causa revolucionaria pero, después, no es más que una persona normal llena de defectos y de carencias de tiempo y esfuerzo en nuestra tarea política. Esta farsa siempre acaba derrumbándose, siendo esta una de las causas de nuestro estado actual de inacción. De cualquier forma, tal vez sea un buen punto de partida -en este sentido- el estudio de aquellas organizaciones humanas que han tenido continuidad en la Historia. Como por ejemplo, el Ejército, la Iglesia o la Masonería. Lo primero que destaca de ellas, es su férrea jerarquización. Son sometidas a una fuerte -y constante- criba interna: hay muchos soldados, un número adecuado de mandos intermedios y muy pocos generales. Y sobre esta indudable selección de personal, nos encontramos después con un reparto de trabajo inteligente. Cada persona es asignada a aquella tarea para la que se encuentra más dotado. Creamos una organización en la que todos somos imprescindibles, pero desarrollando tareas distintas.

(En la foto, detalle de la intervención de Jorge Galindo). Le siguió en el uso de la palabra
JORGE GALINDO. Señala que la clave está en, abandonado la actual forma de cómo somos militantes, una nueva
forma de militar inteligente y adaptada plenamente a los tiempos. La organización podría ser una estructura mínima de resistencia -una
Red- dotada de alguna clase de órgano superior. En una organización así, deberíamos saber integrar las vidas privadas y profesionales de nuestros
militantes con nuestra acción política. Saber compaginar, de manera flexible, las exigencias de nuestras vidas personales con las necesidades de la lucha política. Trabajo, obtención de fondos, ocio y militancia puramente política pueden ser integradas por una organización abierta. Esto puede ser conseguido a través de ese órgano central con amplias facultades de coordinación. La clave está en saber coordinar y, en este sentido, ha sido una buena idea el modelo organizativo propuesto por la
Mesa Nacional por la Revolución. Una estructura muy flexible que engloba a personas muy diversas en aras de un conjunto sencillo de objetivos comunes. Personas con intereses culturales, deportivos y sociales distintos pueden ser dirigidos en la lucha política de manera coordinada. De otro lado, es necesario optimizar nuestros recursos, y trabajar sólo en aquellas cosas de las que podamos obtener resultados positivos. Para ello, debemos contar con planes de gestión serios. Aplicar una cierta lógica empresarial en nuestros esquemas políticos. De esta forma, sólo se emplearían recursos en aquellas actuaciones que nos hagan avanzar políticamente. Dentro de este concepto de
Red del que se muestra partidario, cuentan con una gran importancia las empresas que podamos crear y los puestos de trabajo que estuviéramos en disposición de ofrecer. Ello favorecería esa clase de
militancia integrada que propone. Se muestra muy de acuerdo en las tesis de
Carlos Roldán en lo relativo a los planes de anticipación capitalista. Si el Sistema los tiene, nosotros debemos tenerlos también. Planificar nuestras campañas políticas con arreglo a los parámetros que ha señalado. Y también quiere manifestar su total conformidad con lo señalado por
Trujillo en torno a nuestra total falta de capacidad para hacer trabajar a nuestra gente en aquellas cosas para las que sirvan más. Se viene produciendo una indeseable uniformización de nuestra
militancia. Nuestras capacidades, nuestros conocimientos y nuestras circunstancias son distintas. Las tareas asignadas deben ser correspondientes a la cualificación del
militante. Se han hecho pocos intentos en lo que concierne a la
evaluación del militante.
Galindo ha trabajado en un conjunto de baremos y criterios que, de forma sistematizada, podrían realizar esta evaluación inteligente del
militante, de su marcha dentro de la organización y de las posibles tareas para los que podría ser designado. No quiso terminar sin poner un ejemplo que entiende explicativo. El hecho histórico de
La Reconquista tuvo lugar a través de sucesivas generaciones unidas por una meta más o menos clara y concretada. A través de los siglos, los Reinos Cristianos de la península fueron priorizando sus necesidades militares y económicas logrando metas de forma gradual y siempre firme. Hubo momentos de repoblación. Hubo otros de grandes conflictos militares. Hubo fluctuaciones económicas respecto al comercio y a las industrias existentes. Y así hasta un largo etcétera. Varíaban las circunstancias, pero se producían adaptaciones estratégicas y se seguía luchando por el objetivo final. Así debe ser entendido el proceso de nuestra Revolución.
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Terminada esta primera ronda de intervenciones, comenzó un animado debate entre los asistentes. Para
FERNANDO MARTÍNEZ DALMAU ha pasado la hora de exigir la solución de estos problemas a unos dirigentes más o menos próximos. La solución vendrá de todos y de cada uno de los
militantes. Es uno mismo quien debe hacer lo posible por arreglar las cosas.Las estrategias pueden fallar, pero la
esencia del militante no. Y se teme que lo que está fallando es
la esencia precisamente. Durante la
Reconquista, los Reinos Cristianos no definieron la estrategia como una actuación planificada a largo plazo. La situación histórica vino enteramente definida por la invasión musulmana. Ellos se limitaron a responder y a adaptar su lucha a esa circunstancia. Prevaleció la
esencia del militante frente a cualquier otra consideración. Incluso de la organizativa, que no vale de nada si no va acompañada de este recuperación del
valor militante.
CARLOS ROLDÁN se muestra muy conforme con las posturas esgrimidas por
Jorge Galindo. La clave de una eficacia
militante vendrá a través de esa integración de la vida privada de cada uno en la lucha revolucionaria. De esta forma, la idea de
mílite es un ideal positivo. Un objetivo al que debe tender todo revolucionario, pero no una condición que se adquiere de un día para otro. Una persona que entre en nuestras filas debería empezar porque se le ofreciera esta integración inteligente de acuerdo a sus capacidades. Pero es necesario insuflar en nuestras organizaciones esa
angustia militante, a través de la cual el
militante se plantea una constante tensión
entre lo que se hace y lo qué se debería hacer. Tensión de nuestros
militantes que, a fin de acercar su conducta a la del ideal del
mílites, va haciéndole ocupar progresivamente más tiempo en el trabajo revolucionario. Para ello, son necesarios planes de formación adeuados dentro de esta hipótetica organización. Del mismo modo, y respecto a la jerarquía que debe imperar y dirigir toda organización, se muestra partidario de la idea de que
la única jerarquía es la del compromiso. Es el compromiso con la Revolución el único criterio posible para asumir más responsabilidades dentro de la misma. Resulta increíble que este criterio no sea el imperante en la actualidad, ya que ello ha motivado -en muchas ocasiones- que personas que podrían comprometerse de un modo mucho más intenso que los que dirigen la organización, se vean relegadas a un segundo plano. Sólo personas comprometidas pueden hacer avanzar las organizaciones. Entre otras cosas, porque tienen tiempo para ello.
El compromiso determina la autoridad natural. Este compromiso es directamente proporcional a la capacidad de cada uno para trabajar por la Revolución. Cuando no se da esa correspondencia entre capacidad, compromiso y jerarquía, es cuando la organización tiene un problema interno de fondo de muy difícil solución.
JORGE GALINDO quiere comentar que, en la Provincia de Avila, se ha creado la
COOPERATIVA AGRARIA, como posibilidad de integrar vida personal y profesional en la lucha revolucionaria. Una fuente de financiación de la lucha que, además, puede dar trabajo a nuestra gente. Ese podría ser -si la idea funciona en el futuro- un claro ejemplo de la
integración de la que estamos hablando. Todo se reduce en saber
implicar a las personas en la lucha.
FERNANDO TRUJILLO no tiene confianza en estructuras de mando asamblearias, y se muestra partidario de una jerarquía férrea. El problema no es la disciplina en sí misma, sino de la fuente de la que emana. Si es legítima, seguir una rígida cadena de órdenes puede ser una de las claves de la victoria. Comentó casos -de todos conocidos- sobre cómo una asamblea puede aprobar medidas internas y externas decisivas que luego son aparcadas u olvidadas por la inercia de las propias organizaciones.
Con estas últimas intervenciones, se puso fin a esta QUINTA EDICIÓN de nuestros CUADERNOS PARA LA LIBERTAD. Esta vez desarrollados en La Estación de Atocha. Tal vez, porque los sones revolucionarios de La Rielera nos llevan acompañando -alegremente- todo el año.